Una
noche mágica
Hace frío, todo está oscuro y a la vez iluminado. Un
gran cucurucho de helado del revés resplandece en medio de la noche. Está
inclinado y tiene una bola encima, casi como un gorro gigante de Papá Noel,
pero sin caerse, parece la torre de aquella ciudad en la que comen tanta pizza.
“Hay tanta gente que no cabría ni un elefante”
piensa un niño que ve los alfileres demasiado pequeños mientras es arrastrado
entre la multitud.
Por fin llegan a una zona en la que pueden respirar,
el agarre de su mano se afloja ligeramente, no se ven las estrellas, así que mira a su
alrededor. Todos tienen la nariz y las mejillas rojas. Y todos están pendientes
del reloj. “Bueno, no todos” recapacita al observar a su hermano, subido a
hombros y dando palmadas al vaho, maravillado por poder crear humo.
–¡Dos minutos! –grita alguien.
Su madre, frenética, suelta su mano y rebusca en el
bolso, saca cuatro vasos y los reparte. Vuelve a meter la mano en el bolsillo
mágico, pero esta vez aparece un tupper
con uvas.
–Quítate los guantes –escucha, pero no le da tiempo.
Oye una campanada… el primer cuarto, pero ya ha
sacado una uva del vaso y se la ha metido en la boca con algún pelo. Ajeno a
todo lo demás intenta quitárselo todavía con los guantes puestos.
De repente, el ruido del bullicio desaparece, mira
al cielo y ve las estrellas probablemente por primera vez. Por más que lo
intenta no encuentra ni el cucurucho ni el reloj, aunque ve otras cosas que
cambian constantemente y llaman su atención. Al cabo de un rato, con varios
minutos de diferencia, aparecen el reloj y el cucurucho, que cada segundo es de
un color distinto.
Finalmente, todo vuelve a ser como antes, se gira y
no ve a sus padres, hay mucha menos gente. Una mano lo sujeta, es alguien
llamando por teléfono que impide que se vaya.
A los pocos minutos aparece un policía que le dice
que no puede volver a marcharse así y lo acompaña hasta el otro extremo de la
plaza, con sus padres, que no dicen nada, solo lo agarran
muy fuerte uno de cada mano y con su hermano todavía a hombros vuelven a casa.
Esa noche no hay broncas, pero el reloj con las uvas
solo lo vuelve a ver en la televisión.
AUTOR: ALBA DE LA FUENTE 4º C.
Sin
Ilusión
Yo ya no creo en las
navidades,
Tan solo consigo ver
crueldades,
Todo depende de las
edades.
En la infancia te
dicen que sueñes,
Que en el futuro
podrás ser lo esperes,
Pero en realidad nada
es lo que parece.
La vida no es un
cúmulo de color,
Es un lugar terrible
donde aguantar el dolor,
Donde ni el amor
conseguirá darte calor.
Nada te mantendrá
alegre,
Pues cualquier cosa
hará que te desesperes,
A nadie le gustará
como eres.
La vida no es un
cuento de hadas,
Da igual lo que
hagas,
Tu alma no soportará
estar siempre destrozada.
Tan solo soy un
cúmulo de malas pasadas,
No espero que me
comprendas,
Tan solo que lo
entiendas.
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